martes, 6 de octubre de 2009

Chotis en Madrid

Vía Escolar

Yo quiero vivir en esa ciudad que sale en el vídeo olímpico de Madrid, ese idílico lugar donde las aceras no son eternas zanjas, el aire no huele a polvo y la fachada más tradicional no es una loneta verde sobre columnata de andamio. Quiero saber cuándo nos bombardearon, porque sólo así me explico algunos paisajes, y que la ONU mande cascos azules a las trincheras de la calle Serrano. Quiero que dimita ZP, porque seguro que ha sido él quien ha subido un 137% los impuestos municipales en seis años. Quiere que me expliquen por qué el sueño olímpico se va, mientras los escombros sobre la M-30 permanecen.

Siempre fui escéptico con Madrid 2016, un noble fin del alcalde que servía de coartada para camuflar los verdaderos problemas de la ciudad. Incluso estuve tentado de pasarme por el mosaico olímpico de Cibeles, el pasado domingo, para agitar el abusivo recibo de la tasa de basuras frente al palacio municipal. Pero el viernes, lo confieso, al caer Tokio tuve una ilusión; una taquicardia, más que una corazonada, y soñé que podíamos ganar. Me desperté al ver que el rey se bajaba del tren un minuto antes de que descarrilase y no acudía a la ceremonia final. El éxito es Borbón, pero el fracaso siempre es republicano.

Ojalá Madrid hubiese sido olímpica. Los Juegos pueden ser un buen negocio y habrían ayudado a relanzar la economía (aunque también ese deporte madrileño, que tan bien se representó el viernes, del sobre que pasa de mano en mano). Hay que volver a intentarlo, y creo que Gallardón ya tiene un plan para sortear la ley del relevo continental. Para 2020, zanja a zanja, Madrid podrá pasar sin problemas por una típica ciudad africana.

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