
Tristemente la polémica sobre la película de 300 se ha quedado en un debate sobre cómo está hecha técnicamente, sobre el tratamiento de la violencia y sobre cómo retratan de maricón para arriba a Jerjes.
Pero se han olvidado de lo esencial: las ideas, los principios, los valores.
Escribió Bertolt Brecht una vez que la libertad no es un sombrero que te pones todos los días, no es un paraguas sobre el que cobijarte, no es un azucarillo que se disuelve poco a poco, la libertad es algo intangible que se construye luchando día a día por ella para que ésta se convierta en una realidad.
Este diálogo está en la película de Fritz Lang “Los verdugos también mueren” donde el luchar por la libertad, el mantener una integridad y unos principios sólo conducen a un camino: hacia la muerte, hacia tus verdugos.
Por eso 300 nos lo recuerda, tener unos principios no es gratuito, no son una chapa que ponerte en la solapa, no son teóricos. Pesan como una losa y tarde o temprano tendrás que dejar la comodidad que te rodea para defenderlos, para defender un estilo de vida, para defender tu dignidad, para poder levantarte y mirarte al espejo sin que te dé vergüenza, sabiendo que lo único que ganarás con ello será la derrota contra la realidad
La historia que nos cuenta Herodoto sobre la batalla de las Termópilas nos habla de unos hombres que abandonaron todo por defender sus principios a sabiendas de que iban a morir y desconociendo si su sacrificio serviría para algo. Fue un acto suicida, una locura sin sentido, simplemente por defender con uñas y dientes algo en lo que ellos creían.
Por eso me gusta el final del cómic de Frank Miller cuando mandan un mensajero para dar el parte de la batalla: VICTORIA. Nunca final, nunca sobre otros, una victoria tan sólo para nosotros mismos, capaces de no traicionarnos frente a la derrota, de no temer al fracaso ni a sus consecuencias... !cuidado algún día nos tocará a nosotros! ¿Quién está preparado?... Au!